lunes, 7 de septiembre de 2009

Ten cuidado por donde pisas...

Pues si, conviene andarse con cuidado, y no ir mirando al cielo, o con despiste de güiri a los edificios, si uno se adentra en el apasionante mundo de las aceras indonesias. La precaución es conveniente en los sitios en que hay aceras, y no son zonas turísticas, o zonas de lujo, pues en estas suele haber, aunque no siempre, unas aceras bastante decentes. En Surabaya, especialmente las calles del centro, que parecen sacadas de una película post-colonial, con tintes apocalípticos, ustedes se pueden encontrar con algo como esto:




















Esto es una acera de las que se pueden encontrar en el centro de Surabaya.
Suelen estar formadas por placas de cemento de unos cincuenta centímetros de grosor, y suelen medir un metro y medio por medio metro aproximadamente. Entre cada una de estas placas se deja un huequecito, que no es otro que el hueco que hay entre ambas placas.
Debajo de esta "acera"suele correr agua de cloaca, o agua sucia de las más diversas procedencias. Lo que muchas veces sucede es que el cemento acaba por ceder, y estas placas se rompen, dejando "al aire" el contenido del subsuelo.

En ocasiones algún ciudadano rumboso, o incluso, en raras ocasiones gente enviada por el Ayuntamiento, refuerza estas aceras cercanas a su casa con palos de bambú, o con algunas piezas de madera de contrachapado. Dejando, eso si, un hueco para que el agua de lluvia pueda filtrarse a la alcantarilla.
Aquí teneis un estupendo ejemplo:



















En Lidah Wetan, el barrio donde vivo al Oeste de Surabaya, no hay aceras. Simplemente hay calles no muy concurridas por las que peatones y motos andamos por la calzada, y carreteras bastante más concurridas en las que los peatones van andando, como pueden de casa en casa, de tienda en tienda, y de caminito en caminito. Teniendo cuidado no pasa nada, por que los coches y motos te esquivan, y tu los esquivas a ellos, pero me apuesto un millón de rupiahs, a que más de un forastero (y más de un nativo también) ha acabado en el fango por no mirar por donde pisaba.





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